ESPIRITUALIDAD VICENTINA
SAN VICENTE DE PAÚL
Nació en Aquitania el año 1581. Cursados los correspondientes estudios, fue ordenado sacerdote y ejerció de párroco en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del clero y al servicio de los pobres, y también, con la ayuda de santa Luisa de Marillac, la Congregación de Hijas de la Caridad. Murió en París el año 1660.
Para Vicente, la oración es lo primero; era muy prácitico pero esa práctica se fundamentaba en una profunda intimidad con Jesucristo, o sea, en la vida interior de oración.
Fiesta: 27 de septiembre.
Los Vicentinos tenemos un interés sincero por las necesidades más profundas y por el bienestar espiritual de las personas a las que ayudamos, escuchándolos y comprendiéndolos con el corazón, más allá de las palabras y de las apariencias.
La aceptación del plan de Dios, en cada uno de los Vicentinos, hace crecer las semillas del amor, la generosidad, la reconciliación y la paz de los niños, de sus familias y de todos aquellos con los que tenemos contacto a través de la Fundación. Es por eso, que los Vicentinos, convencidos de la verdad de lo anunciado por el Apóstol San Pablo en Romanos 5, 1 - 5 deseamos corresponder al amor de Cristo hacia todos los hombres, especialmente hacia nuestros pequeños, sus familias, los padrinos y todos los voluntarios, entregándonos con esperanza a aquellos que Dios eligió como sus mejores respresentantes: los más necesitados.
Al tener a San Vicente de Paúl como patrono de nuestra Fundación, estamos profundamente inspirados en su espiritualidad, que fue reflejada en cada una de sus actitudes, sus pensamientos, su ejemplo y sus palabras, razon por la cual, todos los que hacemos parte de esta misión, nos caracterizamos por:
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Reflejar el amor que le tenemos a Dios, nuestro Padre, con el sudor de nuestra frente y la fuerza de nuestros brazos.
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Ver a Cristo en el necesitado y al necesitado en Cristo.
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Compartir el amor compasivo y liberador de Cristo, el Evangelizador y servidor de los necesitados.
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Estar atentos a la inspiración del Espiritu Santo.
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Formar a las niñas y niños con valores Cristianos.
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Llevar a Jesús y a María a los hogares de las familias.
"Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado." (Romanos 5, 1-5.)
